miércoles, 27 de mayo de 2020

3ª clase (última semana de mayo) CONSERVADORES y PROGRESISTAS

Contesta este cuestionario tras leer el apartado 6 del capítulo 8, y para más comodidad te copio aquí y que te envío en un adjunto al mail.


6. Las películas de Hollywood o La cooperación ciudadana.


Precioso. "Tá quedaó mu bien". Pareces un político escribiendo. Algunos compañeros míos -pocos- hablan de la política española. Me fastidia un pelín. Sobre todo porque no sé casi nada. Oigo hablar de derecha e izquierda y sé los nombres de los partidos y los líderes de cada uno, pero en realidad no sé de qué se está hablando.



En España, desde que comenzó la democracia con la Constitución de 1978, las Cortes Generales han estado dominadas por dos grandes partidos. Uno, que podríamos llamar, simplificando en exceso, conservador o de derechas, y otro, progresista o de izquierdas. Entender esta denominación quizá te dé una clave para comprender un poco más lo que ocurre en la política actual. Los partidos conservadores suelen fijarse en los logros que la sociedad ha conseguido a lo largo de la historia. Valoran lo que de bueno tiene el presente orden social. Les parece una conquista difícil y dudan de que por el mero hecho de disfrutarlo hoy esté garantizado que seguiremos disfrutándolo el día de mañana. Su preocupación principal es conservar lo bueno que las anteriores generaciones nos han legado. Por eso se llaman "conservadores". Ponen la vista en lo conseguido, y como no lo dan por supuesto, su afán principal es que no se pierda, que no se destruya. Los partidos progresistas da la impresión que hacen lo contrario. No valoran demasiado lo bueno que tiene esta sociedad. Les parece injusta, incompleta. Se fijan en lo que le falta para ser una sociedad perfecta, en lo que no les gusta como está y debería ser cambiado. No creen que la sociedad pueda retroceder a mayores niveles de injusticia. Los partidos progresistas quieren el cambio, pensando que siempre será a mejor. ¿Te das cuenta lo diferentes que son sus respectivas miradas? Unos ven los aspectos positivos y luchan por conservarlos. Los otros perciben lo malo y se esfuerzan por acabar con ello. El temor del conservador es perder lo conseguido y empeorar. El temor del progresista es quedarse anclado en esta sociedad imperfecta y no mejorar. No es que unos sean buenos y otros sean malos. Es que cada uno mira el mundo desde un deseo diferente. Por esa razón suelen caer en dos errores bien distintos. Los progresistas les reprochan a sus contrincantes ser productores y cómplices de un orden social injusto. Según aquellos, los conservadores defienden las injusticias existentes porque de esa manera mantienen sus privilegios de siempre. Hay que reconocer que algunas veces, incluso muchas, estas críticas son acertadas. ¿Qué le reprocha la derecha a los partidos de izquierdas? Que con la excusa de hacer un mundo mejor, lo que quieren es obtener beneficios para sí mismos. “Quítate tú que me pongo yo”. Y que con el cacareado deseo de mejorar las cosas, en no escasas ocasiones acaban llevándonos a situaciones peores. Como te acabo de señalar, hay que reconocer que en numerosas ocasiones estas críticas son correctas. Ortega, un célebre filósofo español, decía el siglo pasado: "Es triste observar a lo largo de la historia la incapacidad de las sociedades humanas para reformarse. Triunfa en ellas o la terquedad conservadora o la irresponsabilidad y ligereza revolucionarias. Muy pocas veces se impone el sentido de la reforma a punto, que corrige la tradición sin desarticularla, poniendo al día los instrumentos y las instituciones". Eso es lo que habría que hacer: las reformas justas. Sin caer en un inmovilismo que perpetúe lo malo o en un cambio alocado y "visionario" que pueda destruir lo bueno. Ortega da en el clavo: Corregir la tradición sin desarticularla.


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¿Por qué siempre las discusiones políticas son tan agrias? ¿No se podía hablar de un modo más tranquilo?




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Creo que los españoles tenemos una forma maniquea de enfrentarnos a la política. ¿No sabes qué significa “maniqueo”? El mundo dividido en buenos y malos. Así de simple se piensa que es la realidad: unos quieren el bien y otros el mal, unos se afanan con gran esfuerzo por construir un mundo perfecto, mientras que otros están maquinando siempre para que las cosas vayan a peor. Es la visión de las películas malas de Hollywood. Una perspectiva infantil que, a tu edad, ya la reconoces como simplificadora. Todos somos a un tiempo buenos y malos. Cometemos en unas ocasiones hechos lamentables que nos avergüenzan y actuamos otras veces de forma admirable y digna de alabanza. Por pereza intelectual nos gusta pensar que la realidad es sencilla: yo pertenezco a "los buenos" y en frente están "los malos". En política española te encontrarás, con frecuencia, esta visión maniquea. Sabes que existen dos grandes partidos. Pues bien, es muy frecuente que, ante los asuntos que hay que discutir o resolver, cada uno mire al contrario como si lo que éste propone estuviese inspirado por un deseo malvado o por mala fe. Es muy corriente que ante unas elecciones el votante de un partido considere que el voto al partido contrario es en gran medida inmoral. Esto le pasa tanto a la derecha como a la izquierda, a los nacionalistas como a quienes no lo son. Cada cual tiene el convencimiento profundo de que está en el grupo de "los buenos". Y, por supuesto, los otros son "los malos". ¿No es posible que ante un problema existan dos soluciones diferentes, cada una más o menos beneficiosa y con ventajas e inconvenientes a la vez? ¿No sería eso la mentalidad democrática? Los españoles parece que tendemos a extremarlo todo. Nos decimos: mi solución no es sólo la mejor, es la única. Las otras no sólo son peores, nos conducen además al desastre. ¿No crees que las cosas son más complejas? No sé si voy demasiado lejos, pero creo que el fondo del enfoque maniqueo de la política española actual radica en lo que aconteció entre nosotros, especialmente, durante los años 1936 y 1939. Tú sabes, aunque quizá nunca hayas memorizado las fechas, que en España hubo una guerra civil. Se habla de "guerra civil" cuando se produce dentro de un mismo país y entre sus propios habitantes. Todas las guerras son horribles, pero matarse entre sí los habitantes de un mismo pueblo es lo más triste que cabe imaginar. Aquel conflicto fue resultado de odios muy profundos y creó a su vez otros muchos. Hubo centenares de miles de muertos. Ese dolor deja heridas abiertas. Son numerosas las familias españolas que aún conservan recuerdos de sus allegados caídos en uno y otro bando. Debido a tu edad quizá creas que desde entonces ha pasado ya demasiado tiempo: casi cuarenta años de una dictadura y luego treinta años de democracia. Y es cierto: el tiempo ha cerrado aquellas heridas y los odios de entonces han desaparecido. Sin embargo, a veces, cuando uno observa la vida política española y esa visión maniquea de los asuntos públicos parece que se revitalizaran en los nietos y bisnietos de los que iniciaron la guerra civil actitudes similares a las que llevaron a nuestros antepasados al horror de tan sangrienta contienda. Una de dos: O el modo maniqueo de juzgar la política nos llevó a aquel desastre, o bien nuestro maniqueísmo es el resultado de la guerra civil, en la que el adversario político se convirtió en enemigo mortal. No lo sé. Lo que te digo es que en la medida de lo posible, cuando te intereses o te ocupes de la política, acostúmbrate a ver en el contrincante a alguien que defiende unos intereses diferentes de los tuyos, con unas ideas distintas de lo que deben ser las cosas, pero nunca aquél con el que te tienes que pelear. Al contrario, con los “otros” habrás de encontrar un acuerdo a fin de construir juntos el futuro de nuestra sociedad.

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